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viernes, 11 de mayo de 2018

10.- GALÁPAGOS

10.- La tripulación quería partir, la troica permanecer para completar la observación de la isla, lo resolvieron a la argentina, con una partida de truco, un sexto con flor, con barajas españolas a las que le sacaron las sotas, como hacían en el Club La Falda, Pajarito y Getón Sosa, para que se diera mas juego.

El resultado era dos veces cantado con la ayuda de los fantasmas y los diablos que les miraban las cartas a los inocentes tripulantes se resolvió en tres manos cantada la contra flor al resto y partida terminada.

Raudamente se encaminaron a la playa de Bahía Toruga, detenidos a comprar agua en el puesto de entrada del sendero, hablaron con el vendedor, de edad incierta, era un pirata que había quedado abandonado cuando partiera su nave mientras  dormía la siesta.

Había conocido a Darwin con quien departiera sobre sus viajes y el paso previo por Argentina e incluso lo había asesorado sobre el proceso de evolución también con  las tortugas que habían viajado desde Marte hasta  la Tierra, quienes le habían relatado de las vicisitudes pasadas  por la sequía marciana en virtud de la cual debieron desarrollar su sólida caparazón que les hacía de vivienda y protegerse de las partículas del viento solar que antes impactaban en el agua. Nada le dijeron de la formación de Fobos y de las naves que habían quedado allí arrumbadas.



Caminaron durante algo mas de media hora entre tunas convertidas en árboles por el sendero que los llevó hasta la costa, playa totalmente blanca, profusamente habitada por negras iguanas que se solazaban de la soledad humana, la arena estaba formada casi exclusivamente por los restos de las conchas marinas, porque el sustrato del suelo era negro propio de zonas volcánicas, tal hizo conocer Matusalem, como lo nombraran al viejo vendedor de agua,  al mostrar como se descascaraba el revoque realizado con esa arena por la descomposición del carbonato de calcio.

El trayecto estaba vacío de pájaros, y tal vez de almas, percibieron que transitaban por una atmósfera carente de habitantes, faltaban espíritus en la zona igual que en Characato en las inmediaciones de la ciudad de La Falda, que no tiene campo santo.

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