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lunes, 9 de abril de 2018

3.- PASAPORTES Y PLEGARIAS

3.- Obtenido el crédito, faltaban los pasaportes, y como corresponde se presentaron en conjunto en la oficina correspondiente en la estación del ferrocarril,  advertidos que fuera su llegada por parte de los aéreos, hicieron desalojar inmediatamente la sala principal de trámite atento la presencia de tan altísimos dignatarios del pueblo, así sin exigirles documentación alguna previa foto y huellas digitales se les extendió el mismo con tapas duras doradas a la hoja.

Para diagramar el viaje resolvieron pedirle asesoramiento al Pelado de villa Santa Rosa, que ya había navegado los siete mares y algunos mas y visitado ciento veinte países, pero se encontraron con la casa cerrada, un vecino que le cuida las gallinas le informó que se encontraban en Miami, por lo que decidieron esperar su regreso.

Como corresponde debían efectuar las plegarias a la Pachamama, y les pareció lo mas conveniente ir hasta Huerta Grande, y hacerla en La cueva de Los Pacha, tomemos el taxi del Negro Heredia, propuso el Negro Cavilante.

Lo llamaron desde un viejo teléfono de los negros en el almacén de la negra Clorinda de la esquina, Her, como se lo conocía,  tal decía ser de familia germana proveniente de la Selva Negra, no tenía teléfono móvil, llegó como un viento, negro él, negro el auto Buick 1933, no se sabía si era hombre o sombra, si el auto era real o cuántico, preguntó por señas el destino y hacia allí partieron, como montados en un caballo patrio, no sin antes poner en marcha el reloj Cu Cu que usaba como taxímetro.

La Cueva de los Pacha, era  la almacén que tenía tanta tradición como el pueblo y la misma diosa, fundada en tiempo de la fuentes, cuando en cualquier parte del pueblo brotaba agua, por lo que había muchas huertas y de allí provino su nombre, pero la sorpresa fue que ya había cerrado hacía 20 años, casi en paralelo con la sequía.

Se cruzaron al frente y le preguntaron a Goyo, descendiente de sacerdotes armenios, quien manifestó que nada sabía ya de los Pacha, que fueran hasta la cascada de Thea y le pregunten al fotógrafo Melectón que vivía arriba en la casa de la torre, que era atalaya de los Pacha, construcción que competía en altura con las mismísimas de Bolonia, pero enhiesta y no inclinada como aquellas.

Ante tal contratiempo pospusieron las oraciones para momento mas oportuno, en Bolivia, que consideraron debía ser el primer destino del viaje a emprender, ya sea al menos como etapa por cuanto los diablos querían encontrarse con sus congéneres evadidos de las minas de Potosí. y los fantasmas con los propios viejos muertos de los tiempos cuando Potosí era la segunda ciudad de España.

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