Cuando recorro la avenida Edén me emociono al ver los perritos que distribuyen con tanta devoción alguna niñas amantes de los animalitos que ingresan a lo hogares para hacer tan feliz a los niños y los viejitos con los que se transmiten tanto cariño mutuo.
Es como entrar en el mondo cane, pero que los guarden en sus interiores, no los saquen a hacer popo en la vía pública y les enseñen a no ladrar como he visto ejercitan en algunas ciudades del viejo mundo, no los dejen en sus parque para asustar con sus ladridos a los transeúntes desprevenidos cuando pasan por sus frentes y a sus vecinos con sus conciertos nocturnos o con el paso de otro perro por la calle a los que es obligatorio por mandato racial ladrarles.
Se ha impuesto satisfactoriamente el cuidado de los conductores de motos a los que se le exige el uso de casco ahora para evitar que el resto de la ciudadanía también deba adoptarlo para protegerse del ruido de los escapes, se debiera medir el nivel sonoro de los vehículos y cuando superen el mínimo obligarlos a alinearse ya sea reponiendo el escape o cambiándolo cuando no reúna las condiciones.
Las palomas ya constituyen un problema en la ciudad, desconozco si se están tomando medidas para combatir lo que es ya una plaga, cuando veo revolotear los caranchos me hacen presumir que calladamente algo se ha adoptado, de no ser así se debiera proveer un antídoto o al menos un rifle de aire para restablecer el equilibrio entre humanidad y aves.
Tambien se pudiera destinar los palominos a la dieta de los domingos a ejemplo de don Quijote "...algún palomino de añadidura los domingos".
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