Quien haya tenido la oportunidad de sentirse acariciado por los vientos alisios del Caribe, habrá sentido la misma sensación esta noche en la ciudad de La Falda, cuando el Faldero, tal como me permití denominar al viento del norte que se recuesta en la falda de la montaña, nos deleitaba cálidamente como un soplido quedo de la noche estrellada.
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